jueves, 23 de diciembre de 2010

Algunas cuestiones sobre la influencia mediática y el activismo pro diversidad sexual (por Oscar Olivera Arellano)


"No es la sexualidad lo que obsesiona a la sociedad, sino la sociedad la que obsesiona la sexualidad del cuerpo" (Michel Foucault).


¿Cuál es el impacto e influencia de la aparición casi constante en los medios de comunicación, especialmente en la televisión e internet, de personas trans que incursionan en el mundo del espectáculo, con cierta “fama mediática”, y aquellas que pretenden alcanzarla, sobre las concepciones socialmente aceptadas de sexualidad, género, afectividad?
¿Qué genera en las subjetividades ciudadanas las imágenes de distintas personas que han construido su identidad genérica contraria a la esperada en nuestra sociedad para un varón (heterosexual)?
¿Acaso son las únicas expresiones que pueden reconocerse cuando nos referimos a las personas trans? ¿Dónde están las mujeres que viven con una identidad de género masculina? ¿Aparecen también las mujeres trans identificadas como “las travestis”, que mayoritariamente ejercen la prostitución?; ¿aparecen las que viven en situación de pobreza y vulnerabilidad constantes?; ¿se presentan las pocas trans que pueden insertarse en el sistema educativo, muchas veces soportando las prácticas discriminatorias tanto institucionales (por ejemplo, trabas en trámites o procesos judiciales, omisión o baja calidad de atención sanitaria en hospitales, policlínicas; maltrato en comisarías, etc.) como las que se manifiestan en espacios publicos (en calles, plazas, barrios, locales comerciales, etc.)?; y, ¿se tienen presentes a las trans que están conviviendo con el HIV?; las que no encuentran en su comunidad de origen, referentes para autoconstruirse con un nivel de autoestima adecuado?, las que desconocen que tienen sus derechos como ciudadan@s?, o las que solamente pueden “verse” como parias sociales? Y, ¿qué sucede con las personas intersexuales, que no pueden decidir por dónde transitará su vida, ya que se intervienen sus cuerpos a conveniencia de las creencias y preconceptos del “aparato médico”?
El zapping televisivo, nos muestra una galería de imágenes de personas trans que resaltan su femineidad “remarcando” la gestualidad de “chicas top” (trans “modelos escorts”; trans vedettes).
Sin embargo, no podemos desconocer, que la realidad que recrea la televisión, sobre las personas trans, es la oferta de un “buen producto” para l@s consumidores y mejores niveles de rating y dividendos para sus propietarios. Asimismo, el desfile mediático plantea un escenario circense, donde aparecen “fenómenos” y no personas, espectáculo efímero para provocar asombro, pavor, asco, risa o compasión.
Ridiculez y morbo se dan la mano para armar un zoológico con “especies humanas”, alimento para distorsionar nuestras psiquis, que bombardeadas por imágenes constantes, no tienen tiempo para la reflexión.
Se suspenden los juicios de valor, y se instala el “todo vale”, como un emblema más de “tiempos post”, “caldo de cultivo” para crear y recrear un imaginario social que no promueve cambios de mentalidad, sino, aunque parezca contradictorio, alimenta la inmovilidad y supremacía de un modelo hegemónico, que en la práctica niega existencia a otras sexualidades, por lo cual siguen estando a la orden del día los prejuicios y violencias cotidianas.
Bajo el supuesto manto de la libertad que todo lo permite, los grandes medios ejercen un auténtico control social, pues la mayoría de lo que vemos en la televisión, por ejemplo, en cuanto a modelos de pareja refieren generalmente, al vínculo heterosexual y expone las alteridades siempre como desvío del eje central (paradigma heterosexual – sostén de la “moral y las buenas costumbres”), generando incluso confusión en torno a las temáticas de sexualidad y género, por lo que los consumidores mediáticos se “tragan la píldora” sin más, y así, siempre la persona trans mediática “sirve” para promover la burla, el escándalo o la estupidez.

Los aportes y avances en el campo de las ciencias sociales vinculado a las temáticas de sexualidad y de los estudios de género destacan que los seres humanos somos resultado de una estructuración psíquica (de la energía sexual), de una producción cultural y de un momento histórico determinado. Es decir que la forma en que las personas conceptualizamos e imaginamos el cuerpo, el sexo y la sexualidad “pasan por el tamiz” de valoraciones subjetivas, culturales e históricas, que se transmiten de generación en generación y determinan maneras de ser, estar y sentir en el mundo.
Los medios de comunicación, insertos en lo que se ha denominado cultura dominante, no dejan de producir y reproducir estereotipos, categorizando a grupos y personas bajo el influjo de la naturalizada relación heterosexual:
cualquier práctica, cualquier discurso asociados con la sexualidad alternativa, distinta al modelo dominante, representa una amenaza contra las normas sociales establecidas.
Desde una perspectiva androcéntrica (hombre - macho en la escala superior) y heterosexista, se define como antinatural (contranatural) cualquier comportamiento, identidad, o expresión sexuales que atente contra los únicos modelos de varón y mujer considerados normales y moralmente permitidos.
Cosmovisión del mundo que implica una posición política y ética ya que instala y legitima la discriminación, la intolerancia frente a la diversidad sexual.
Se ha "castrado" la sexualidad (que es múltiple, que tiene una riqueza de potencialidades, expresiones afectivas), reduciéndola a determinadas partes del cuerpo: los genitales. Todo el cuerpo es capaz de aportar al placer sexual, donde eros se separa de la procreación, pero nuestras mentes colonizadas y nuestros cuerpos sujetados han “deformado” el auténtico camino a la plenitud y felicidad sexuales.
Por este motivo, el modelo heterocentrado necesita calificar a los diferentes como "degenerados", "enfermos", "anormales", "delincuentes", etc.

Por otra parte, la aparición de los movimientos de liberación sexual, feministas o lgtb, sobre todo a partir de la década de los 70, pusieron en cuestión, especialmente en Occidente, las tradiciones sexuales consideradas normales (de raigambre judeocristiana), y asimismo, a fines del siglo XX, el modelo ideológico globalizador ha “instalado” la frivolidad, el consumismo desbordado, el no comprometerse, lo que puede desorientar la posibilidad de construir una concepción de sexualidad que se traduzca en estilos de vida que admitan y den participación a opiniones, sentimientos y comportamientos diversos, alternativos, más allá de los modelos propuestos por los medios masivos de comunicación. Entonces, se hace difícil poder construir un auténtico paradigma de la diversidad sexual, donde desaparezca la barrera que “separa” a la heterosexualidad de las otras sexualidades.
Por ello, desde fines del siglo pasado (siglo XX), el movimiento por la diversidad sexual ha levantado la bandera de los Derechos Humanos, afirmando que los “DERECHOS SEXUALES SON DERECHOS HUMANOS” (Conferencia Mundial de la Mujer, China, 1995).
Sin embargo, muchas organizaciones de gays y lesbianas parecen haberse “olvidado”, o también han invisibilizado otras realidades que rompen con las identidades toleradas y no mediáticas: las personas trans, travestis, transexuales pobres y excluidas, las distintas manifestaciones del “marica”, de la “marimacha”, del “puto gillette”, del “marica bisexual”, de la “bisexual lésbica”, de la “trans bi”, del “puto del asentamiento o de la villa miseria”…
Nuestras sociedades democráticas "soportan" (tolerar es soportar) a gays y lesbianas que se muestran en la cotidianeidad como copias de los géneros masculino y femenino, es decir, que pasan "desapercibidos" entre los heterosexuales (alcanza con presenciar diversos spots publicitarios).
El “macho gay”, la “lesbiana chic”, parecen los patrones permitidos en los que las personas no heteros tienen que moverse si no quieren ser marginadas... Marginadas de los beneficios y costos de lo hegemónico...Pero ahí, en esos márgenes, se encuentran los otr@s, que viven, que sobreviven, haciendo piruetas... L@s trans desclasad@s entonces, tienen que conseguir como sea el sustento diario, que es lo que les queda, pues la exclusión es la "marca" que llevan en la frente. Pues las personas trans que sobreviven por estas latitudes (Cono Sur, especialmente), construyen su identidad de acuerdo a las condiciones de existencia, de vida con las que tienen a su alcance.
Entonces, las organizaciones sociales lgtb, que han conquistado derechos que les equiparan con los de los heterosexuales (unión civil, matrimonio, adopción…) deberían “profundizar” la defensa de los derechos de aquellas personas que adoptan para sí un estilo de vida en donde la construcción de una determinada identidad de género les hace apartarse de la lógica normal y dominante que naturaliza la relación sexo – género (el hombre masculino, la mujer femenina), reprimiendo, excluyendo, censurando, penalizando otras posibilidades de ser y existir en el mundo.
Así muchas personas trans, ni siquiera tienen la oportunidad de poder construir un proyecto de vida y tampoco llegan a acceder a una educación que les permita elegir qué ser y cómo existir.
Por otra parte, en la “bolsa de los excluidos” están además las personas intersexuales que han sido avasalladas en su derecho a decidir cómo vivir.
Estas son “las no personas, los olvidados de la comunidad de DDHH”, los postergados de los derechos más elementales.
Esta sociedad deshumanizada y agobiada actualmente por una crisis global del capital, mero reacomodo del capitalismo, no hace más que expulsar personas al margen… Y estos expulsados, expulsadas, tienen rostro, y entre estos “rostros, están los de las personas trans que “se ponen en venta en una esquina”, también las y los intersexuales mutilados y negados en su elección, y las “maricas” de los suburbios, sin trabajo…
Al poder decidir sobre qué hacer con nuestro cuerpo, o qué hábitos adoptar, o qué conductas seguir o qué modales expresar, estamos haciendo ejercicio de nuestra libertad personal, estamos además dando potencia política y vital a nuestros ser personas más allá de cualquier orientación sexual o cualquier identidad de género.
Pero, ¿cómo hacer frente a esa “catarata” de imágenes, de discursos que presenta a las trans como seres extravagantes, exóticos? ¿Cómo promover estrategias de aceptación, de respeto e inclusión hacia ellas? En definitiva, ¿cómo hacer “carne” el derecho a la identidad de género?
Por sí misma, una sociedad que se precia de democrática, no puede generar las condiciones necesarias para que nuestro deseo sexual circule y se manifieste en libertad, es pertinente entonces, impulsar ciertos acuerdos sociales entre las organizaciones de la diversidad sexual junto a otros grupos promotores de los DDHH con los “administradores de la cosa pública”, de tal forma que se eduque contra la fobia social hacia las personas trans especialmente.
Se nos hace urgente e imprescindible que la sociedad desarrolle conocimientos, actitudes y prácticas que la lleven a la equidad entre los géneros, la reivindicación del derecho al placer, el respeto a la diversidad sexual y la educación sexual integral.
Y se debe incidir en la educación sexual, teniendo en cuenta que la información que se divulga, especialmente a través de los medios, viene totalmente “sesgada”, ya que muchas veces se confunde el sexo biológico con el género, que es una construcción sociocultural e histórica de lo femenino y lo masculino.
Pero además, las organizaciones de la diversidad sexual deben promover una educación en valores, promoviendo un pensamiento crítico, y así recrear una conciencia sociopolítica que, en definitiva, nos construye como ciudadanas y ciudadanos respetuosos del resto del colectivo social.
Este desafío, al que se enfrentan hoy las organizaciones lgtbqi, implica, por un lado, la búsqueda de acuerdos, reforzamiento de alianzas y estrategias comunes con otras organizaciones sociales, como pueden ser las que nuclean a mujeres, además con asociaciones de profesionales (docentes, por ej.), con organizaciones estudiantiles, con sindicatos de trabajadores, etc., para generar mayor incidencia en el resto del colectivo social en las cuestiones de género, en la lucha contra las fobias sociales por cuestiones de identidad de género u orientación sexual, y en definitiva contra toda forma de discriminación.
Por otra parte, las y los activistas pro diversidad sexual han de buscar también incidir más en lo “micro”, es decir en las familias, comunidades, donde también muchas veces surgen otras formas de organizarse, no tan institucionalizadas, que buscan satisfacer necesidades, demandas “localistas”, como por ejemplo, comisiones de vecinos, merenderos, clubes de barrio, cooperativas de vivienda, etc. Allí los colectivos pro DDHH de la diversidad sexual tendrían que aprovechar esos espacios para generar, sobre todo en las niñas y niños, una verdadera “conciencia de la diversidad”, lo que ayudará a una mejor convivencia y mayor inclusión social de todas y todos. Por ejemplo, organizar talleres lúdicos (educación fuera de las aulas), donde promover respeto, aceptación, solidaridad, búsqueda de consensos, en definitiva, aquellos valores, que nos hacen auténticamente seres humanos.
Por otra parte, a la interna de los colectivos lgtbqi, conviene de manera periódica realizar un trabajo de sana autocrítica, para ver hasta qué punto las organizaciones “abren sus puertas” realmente a aquellas personas que además de ser rechazadas por asumirse con su propia identidad de género (que puede tomar , distintas expresiones y no solamente anclarse en la generidad contraria), sufren las consecuencias de falta de trabajo, educación, acceso a la salud, etc.
Y aquí, l@s activistas gays y lesbianas que han estado dando la lucha por conquistar adecuados marcos jurídicos para sus pares, deberían apoyar de manera efectiva a las otras “alteridades”, especialmente cuando ya muchas personas trans se han venido organizando, como pueden, para reclamar por su dignidad postergada. ¿Será tal vez acompañando las movilizaciones específicas de dichos colectivos? ¿Será compartiendo “herramientas”, para que las personas trans activistas puedan lograr su propia autonomía y conciencia sociopolítica? O tal vez, ¿entendiendo en definitiva que más allá de tal o cual identidad, lo que importa son las personas que viven oprimidas y no pueden o no tienen los medios para expresar y materializar su deseo en libertad?
Apoyàndonos en una concepción humanista que entiende que los Derechos Humanos son interdependientes entre sí, y siguiendo los lineamientos trazados en los “Principios de Yogyakarta” (que surgen de un encuentro de especialistas y activistas en Derechos Humanos de diferentes partes del globo, celebrado en Yogyakarta, Indonesia en el año 2006, donde se redactaron 29 Principios jurídicos internacionales que vinculan los DDHH con la Diversidad Sexual tratando que los Estados se vean obligados a promover y proteger los Derechos Humanos de las personas, sean personas trans, lesbianas, intersexuales, bisexuales, queers) nos encontramos con un núcleo que hace referencia a un conjunto de derechos económicos y sociales, como el derecho al trabajo, a la seguridad social, a un nivel de vida adecuado, a una vivienda digna, a la educación, al libre acceso a la salud, a la denuncia de abusos médicos…
Este núcleo, entonces de derechos sociales y económicos, creo, deben comprenderse desde una perspectiva transversalizada de la orientación sexual y la identidad de género. Quiero decir con esto, que muchas personas trans, intersexuales, lesbianas, gays, bisexuales son: pobres, o afrodescendientes o inmigrantes o seropositivas o con capacidades físicas o psíquicas disminuidas, o que no han tenido acceso a una educación que les permita elegir qué ser y cómo existir, o sin oportunidad de poder construir un proyecto de vida.
Como dijera Luis Pérez Aguirre, fundador junto a otras personas de la Sección Uruguaya del Servicio de Paz y Justicia (Serpaj), en referencia a la promoción de dignidad y DDHH, para quienes estén embarcados o quieran embarcarse en la búsqueda de mayor dignidad humana: “La visión de los oprimidos de los derechos sexuales va a ser el punto de partida y el primer criterio dentro de la lectura y comprensión real de la persona y del mundo de los derechos humanos”.
Renovemos entonces nuestro compromiso como activistas por la diversidad sexual, donde lo central sea la lucha CONTRA TODA FORMA DE DISCRIMINACION Y EXCLUSION, reconociendo que para esta tarea siempre hay estrategias que inventar, junto a otras personas y colectivos que también han asumido este desafío, que tal vez pueda llevar a crear un mundo “donde quepan todos los mundos posibles”.